Listín Diario
La consigna de “Europa a dos velocidades” que la UE levantó con la intención de terminar con el estancamiento que afectaba el avance del proceso unificador y que se sustentó en un programa que tuvo como propósito destrabar los desacuerdos que generaban las asimetrías económicas, debe ser asumida por los países que componen el Sistema de Integración Centroamericana (SICA).
Así las cosas, Belice, que tiene objeciones para integrarse a los órganos políticos del sistema alegando que su tamaño no le permitiría, por ejemplo, tener una representación similar al resto de los países que integran el Parlamento Centroamericano, PARLACEN, porque su presencia en esta entidad de carácter regional superaría en número al congreso de su país, debería acogerse a las facilidades que da el nuevo Tratado Constitutivo para contribuir con el avance del proceso integracionista.
Lo propio podría ocurrir con Costa Rica que se niega a pertenecer a los órganos políticos del sistema por razones diferentes. Ellos piensan que deben acogerse a los pasos clásicos de los procesos de integración que son: acuerdo de libre comercio, como primer paso; unión aduanera, como segundo; mercado común, como tercero, y por último, la unión política, que implicaría un parlamento y un banco regionales, y lo que se deriva de la existencia de estos. Si los europeos caminaron por la ruta a que aspiran los costarricenses se debe a que razones económicas y no políticas le colocaron en la vía de la integración, cuestión que no ocurrió en el istmo, porque allí siempre ha estado marcada por cuestiones que si bien han rozado lo económico, el móvil fundamental anida en lo político. En todo caso, de lo que se trata es de buscar salidas apropiadas para impedir un nuevo desgajamiento.
El esfuerzo político debe provocar lo contrario, pues no sólo el istmo puede trabajar en la construcción de un espacio regional capaz de hacer frente a los desafíos que representa la creación de grandes bloques económicos y el surgimiento de nuevas potencias en el hemisferio y el mundo, sino que la parte insular de Centroamérica debe sumarse, para que de a poco, diseñemos una comunidad con espacio para las oportunidades.
Moverse en el terreno de la integración subregional tiene más posibilidades de éxito que la unión latinoamericana, ya que agotar el primer proceso nos llevará al segundo.
No resulta difícil para el progresismo en esta subregión arar en el terreno de la integración ya que la historia y la cultura ístmica son un aliado fundamental a la hora de concertar acuerdos y alianzas con el capital que sabe de los riesgos que corre si la aldea global sigue rindiéndose a los pies de las transnacionales que les arrinconan, y cuando es posible, les dejan participar del festín en calidad de socios pobres.
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